Pensamientos

 

Cuando algunas cosas suceden, nos presentan la oportunidad para reflexionar sobre ellas, tal vez en forma totalmente subjetiva e inclusive permite darnos cuenta que en cierto sentido hemos cambiado nuestro parecer acerca de ellas.

Lo concreto fue que en la clase un compañero practicando Kumite golpeó a otro en el rostro, ocacionándole una fuerte irritación en la parte blanda del mismo y una leve hinchazón acompañada de rojo en su piel.

El que golpeó se acerca ansiosamente sobre su compañero pidiéndole disculpas, esperando una inmediata respuesta, que al recibir la espalda del lastimado vuelve insistentemente pidiéndole disculpas y afirmándole que no fue nada, hecho que inhibe y hace que se encierre en sí mismo aún más al dolorido compañero.

En ese momento detengo la clase, me acerco, le pido que no practiquen más y que luego de mojarse con agua fresca la cara, vayan juntos al doctor del club para desestimar cualquier situación de riesgo causada por el golpe.

En ese momento el lastimado fue al vestuario y no quiso ser acompañado por su compañero que desistió de hacerlo luego de insistirle en dos oportunidades, sin tener éxito.

Al volver al dojo no hizo caso a mi solicitud de ir al médico y en ese momento decidí por dar terminada la actividad práctica, pues ya no estaba de acuerdo a que termine la clase de esa manera, por lo tanto les pedí que hagan una ronda sentados, mirando el centro, y quise hablarles, pues sentí que estaban mal los dos, que ambos compañeros no podían aceptarse mutuamente luego del golpe.

Comencé a reflexionar en voz alta, sobre temas que nunca se hablan en clase, y pregunté:- ¿Qué siente uno cuando golpea a un compañero en clase, sin mala intención? ¿Que siente uno cuando lo golpea un compañero, sin mala intención?
en ese instante aparece entre ambos, ciertas preguntas unidas a ciertos miedos como:
¿De quien fue la culpa? ¿Se lastimó mucho? o ¿Lo lastimé mucho? ¿Se podía evitar?
Creo que las respuestas son tantas como circunstancias existen, pero fundamentalmente el cristal desde donde se observa la realidad de cada persona. En ese momento cada uno debe buscar la forma de resolver esas preguntas, en ese momento, y bajo esa presión, es la forma de convertir en aprendizaje una situación crítica. A veces coinciden en las respuestas, a veces no coinciden, y desencadenan diferentes interpretaciones del hecho, el equilibrio y la madurez emocional, dará contención o la falta de ambas, aumentará las dudas.

La situación ideal, asumiendo cada uno su parte de error, sumado a buena intención, llevaría a que el que golpeó debería acercarse solidariamente a su compañero para ayudarlo y contenerlo, aceptando como se encuentra él, en ese momento, tolerando inclusive que la primera reacción no sea la mejor, porque un golpe nunca genera bienestar en una persona normal.

El que fue golpeado debería dejar acercarse y debería dejarse acompañar por su compañero, bajando la guardia mental, aceptando que esto desequilibra en alguna forma a ambos y esto en cierta forma es una manera de contener a su compañero.

Estas desciciones individuales, deberían ser acoompañadas por el grupo desde una actitud de respeto sobre ambos y esto en cierta forma es una manera de contener a su compañero.

Estas desiciones individuales deberían ser acompañadas por el grupo desde una actitud de respeto sobre ambos, sin tomar posturas por uno o por el otro, solamente tratando de ayudar al lastimado y acompañando la ayuda del que golpeó, esta actitud grupal permitirá que ambos se equilibren en un marco de contención, primero afectiva, y de inmediato profesional a través de una correcta atención médica.

Luego expresé que en nuestra actividad, estas experiencias son básicas para entender la práctica del Karate-Do, donde diferentes personas aprenden técnicas de combate, donde parte del objetivo es no dejasrse golpear y poder golpear en forma contundente a un oponente que viene a agredirnos, esta situación latente de un golpe, convive con cada práctica es aquí donde creo que se pone en juego la sabiduría de cada maestro en la educación de cada praticante.

El control de la agresividad es uno de los desafíos de la práctica del Karate-Do, y si estos conceptos no están claros se está equivocando el camino.

Allí di por finalizada mi reflexión, del grupo salieron varias afirmaciones de lo dicho, pero lo llamativo y lo que aún no me cierra, es que los compañeros no se volvieron a acercar ni en ese momento ni luego, en el vestuario, algo quedó sin resolverse, que sumado al silencio de ambos y que el resto del grupo, ninguno pudo acercarlos, me deja ese sabor a frustración, pues es el momento de consolidar la práctica de una persona y creo allí mi tarea trunca.

Me queda la posibilidad de llamarlos telefónicamente, pero creo que estoy invadiendo su espacio y tiempo personal, debo tener fe en que los dos vuelvan a la siguiente práctica habiendo recibido el mensaje, y se expresen en la línea correcta en el camino correcto.

 

Luis Vazquez