El cinturon blanco, la aspiracion maxima.

(Texto Tomado de MUNDO KARATE BLOG)

 

El Karate es un difícil Arte marcial, no por el intenso esfuerzo y el e entrenamiento físico que requiere, sino por lo arduo que resulta mantener la mente alerta y pura en el sentido más profundo. Es mantener la misma mente de cuando se dieron los primeros pasos al pisar el Dojo. 

 

Pensemos en las primeras practicas, ¿Está todavía presente en nosotros la curiosidad, la admiración y sobretodo la capacidad de considerar aún lo mínimo como de capital importancia?. ¿Mantenemos el sentido claro de que es un camino hacia algo más que una simple Técnica física? 


Es posible que con el correr de los años, se haya perdido aquella mentalidad fresca que tanto nos puede dar y que es tan rica como para llevarnos hacia lo más íntimo del ser, a través de la constante conciencia del movimiento que se ejecuta, del “aquí” y del “ahora”. 


La mente que se propone obtener un determinado logro, se autolimita y una vez alcanzada esa meta, dejará de crecer. Quien, por el contrario, resguarda la capacidad inicial seguirá hacia lo inconmensurable de su propio interior. 


Cuando se es demasiado ambicioso, también se está perdiendo la belleza de incorporar las pequeñas vivencias que hacen de la práctica rutinaria toda una obra de arte. Cuando la mente se entrega por entero a su máxima aspiración, muchas veces, se sacrifican los más elementales principios en aras de esa meta.


En la mente del que siempre tiene “un cinturón blanco”, jamás entrará la idea limitadora: “he alcanzado tal o cual graduación”. Cuando no se mantiene ningún pensamiento de logro más que el de perfección de lo que en ese momento se está desarrollando, estamos en el sendero correcto. Estamos en la meditación en movimiento, estamos en la belleza sin límites del camino hacia lo que nos une a todos. 


La mente original es infinita, hacia ella empezamos a marchar cuando por primera vez vestimos, de un modo casi ritual, el karategui, para luego saludar a pisar la “Sale del Camino”, la “sala de la Iluminación”, el Dojo. De esa ruta interior nos alejamos al establecer metas para nuestro aprendizaje. 


 

En resumen, lo más arduo del Karate no es lograr algo, sino sentir que siempre se entra al Dojo por primera vez…